Vivo a días alternos: lunes besándote en ascensores sí; martes volviendo al barrio perdida, cubierta de apuntes en autobuses abarrotados de miradas grises no; miércoles haciendo mucho más que volar sí. Claro que sí, mientras esperomordiéndome las ganas la hora de salida para tener por fin en las retinas al único hombre del mundo capaz de convertirse en mi mejor postal de Navidad con un pie apoyado en cualquier pared de ladrillo. El de "dónde está la cosa más preciosa del mundo", el del contrato indefinido sin necesidad de firma. El chico guapo quetambién regala libros.
No sé si la física podría explicarme cómo fue capaz de iluminar mi rellano la noche que se fundieron todas las bombillas. La maravilla es que volvió a repetirlo cada vez que nos quedamos a oscuras.
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