lunes, 5 de mayo de 2014

Te he dedicado tantos días especiales que cuando realmente quiero que las mariposas vuelen a tu alrededor ya no puedo abrirme en canal, mi corazón no resistiría un minuto más sobre tus manos. Me destruyes  mimetizándote con una máquina de demolición, rompes mis paredes y dejo de ser capaz de sostenerme sin tus hombros, destrozas mis ventanas y la felicidad de los amaneceres no se ve desde mi cuerpo. Has hecho de mi algo vacío consiguiendo transformar a la chica de los hoyuelos en una muñeca de trapo, enhorabuena. No puedo imaginarme queriéndote en otro día especial, esos en los que nos despertábamos en la misma cama, como un nudo humano. Cuando tus piernas se confundían con mi alma, y las rodillas de ambos nos llegaban hasta la garganta. Las mañanas en las que antes de abrir los ojos te sentí en el pelo, acariciando mi desastre. Esos días en los que levantarse parecía un imposible y nuestros corazones tiraban de nosotros, cuando lo único que necesitaba para sobrevivir todo el día era una ración de tus manos. Mis días favoritos no se volverán a repetir, esos en los que las agujetas de la risa no querían desaparecer de mis estomago, justo como tus mariposas, sé que no paro de nombrarlas, pero eran tan bonitas que cuando fueron muriendo una a una lloré más de lo que jamás he llorado por ti, lloré un río. Mis días en el mundo eran cuando por la noche decidías jugar después de una tarde entera pensándote, un juego en el que los dos ganábamos siempre. Mis días favoritos se convertían en un muchas noches de buenos besos o viceversa, en  poesía encerrada en nuestras bocas, un nuestros ojos, un tus manos y mi pecho. Ahora sé que los días especiales no van a  volver, como tú que tampoco volverás a ser tú de nuevo.
Supongo que después de que te fueras, hoy me toca decirme a mi misma: felicidades, los días especiales se acabaron, pero la felicidad volverá en algún momento (sin ti)