Tengo miedo de romperme como el marfil
Está enferma, no quiere reconocerlo pero lo está. Lleva meses de convalecencia, atada a su propia camilla de hospital,encerrada en las cuatro paredes que su mente le ha impuesto.Está enferma y no lo sabe, lo intuye, pero aún no se ha dado cuenta del todo. Su pelo ha comenzado a caerse, como una cascada que se va secando con la llegada del verano. Sus ojos, campos magnéticos antaño, capaces de atrapar para siempre a cualquier incauto que se asomara al precipicio de su alma se han cubierto con una membrana acuosa que la esconde del resto del mundo, impasible y atemorizada ante la idea de que alguien la descubra. Sus miedos y quimeras han comenzado a tragársela poco a poco, sin hacer ruido. A veces se atragantan con una costilla que sobre sale demasiado o con el omóplato demasiado prominente debido al hambre que tiñe sus dientes. Hace tiempo que ya no es la misma, la belleza arrebatadora se ha marchado de sus facciones haciéndolas afiladas y siniestras, solo un reflejo de aquello que un día fueron. Está enferma y su enfermedad ha ido comiéndose todo rastro de inocencia que quedaba en ella, a cambio la ha ido matando de hambre poco a poco, un siniestro trato que solo entienden ella y sus demonios.Para mi había sido perfecta, una eclipsadora de miradas natas. Diferente entre la multitud aunque ni ella misma lo entendiera, pero aún así autentica, única, casi una sirena. Pero la niña dulce y carismática ha abierto paso a una mujer de alabastro, firme y aterradora, que la consume, haciéndola cada vez más frágil, menos persona y más saco de huesos. Está enferma, dejándose matar poco a poco y lo peor es que ni siquiera se da cuenta.