sábado, 30 de abril de 2016

Soy mujer, y me quiero viva. Soy mujer, y me quiero valiente. Me quiero enamorada y me quiero yo misma, sola. Me quiero entera y cuando estoy destrozada. Me quiero segura y cuando las inseguridades me comen de dentro a fuera. Me quiero musa y me quiero poeta. Me quiero niña e inocente, y madura también. Me quiero como recipiente de vida, y cuando por decisión propia decido no serlo. Me quiero cinco días al mes y me quiero los otros veinticinco. Me quiero abortando en un hospital y siendo madre primeriza. Me quiero irreverente y sumisa. Me quiero rebelde y me quiero responsable. Me quiero jaula y me quiero llave. Me quiero voz del cambio y me quiero espectadora. Me quiero teniendo sexo salvaje y me quiero abrazada a mi misma. Me quiero cuando me miras y cuando soy yo la que sonríe frente a un espejo. Me quiero siendo templo y me quiero siendo ruina. Me quiero cuando me veneran y me quiero siendo puta sin santificar. Me quiero rezando y me quiero escupiendo. Me quiero "mancillada" y me quiero pura. Me quiero mía y me quiero cuando me cedo. Me quiero cuando nazco yo misma y cuando nazco otra. Me quiero dentro de los estándares y me quiero fuera. Me quiero sirena y me quiero preciosamente gorda. Me quiero inteligente y me quiero sabia. Me quiero joven y me quiero anciana. Me quiero familiar y me quiero cuando me desconozco.  Me quiero compleja y me quiero franca. Me quiero zorra, y me quiero guarra, y me quiero puta. Me quiero cuando digo sí y me quiero cuando digo no. Me quiero cunado me respeto y cuando decido que no hacerlo. Me quiero cuando me gustas tú o cuando me gusta otra. Me quiero siendo una y me quiero cuando somos todas.

Te quiero cuando me quiero a mi.
Te quiero cuando me quieres mujer.



miércoles, 9 de septiembre de 2015

Nunca he aprendido a mirarme con otros ojos; verse desde fuera lo llaman. Que soberana estupidez, no soy un ordenador, no puedo restearme el disco duro, tampoco he probado jamás a darme un chute de pellote con algún chamán indio para provocarme un viaje astral y verme a mi misma desde arriba dormida, pero no tengo la necesidad. Porque si algo he aprendido es que verme desde fuera debe ser igual de horrible que hacer frente a todos mis demonios, y de esto ha ido siempre la cosa ¿no? de escapar; primero de mi misma, después de mi enfermedad. Pero no siempre se consigue repetir el mantra que ha todos nos ha costado tanto aprender "el físico no es lo más importante", seamos sinceros: las primeras impresiones importan, no todo es la personalidad y la confianza no surge por tener un sentido del humor cojonudo. Y aquí es donde de verdad empiezan ha rebelarse las quimeras y se apaga la voz consciente ¿Cómo me ven?. Es repugnante darse cuenta que la imagen distorsionada que aparece en el espejo cada vez que me miro es la proyección que el resto del mundo alcanza a ver. No soy guapa, no soy delgada, no soy aceptable, no voy a ser una triunfadora, estoy igual de echa polvo por dentro que por fuera. Mentirse no hace bien a nadie, pero cuando empiezas a engañarte a ti mismo, es ahí cuando de verdad surge el problema. Y yo soy una experta en engañarse a uno mismo, antes me decía que estaba gorda, incluso cuando los huesos me sobresalían de la piel como queriendo librarse de unos barrotes imaginarios, y ahora que me engaño cada día pensando que esta versión deformada de mi misma puede agradar a alguien, que la gente puede ser capaz de mirarme sin pensar: "no quiero ser ella", "alguien tendría que decirla que dejara de comer". Porque yo no soy guapa, y si no soy guapa tengo que ser delgada o entonces ¿que me queda?.

miércoles, 4 de febrero de 2015

No creo que quiera volver nunca a tu ciudad,
volver a ver tu cuerpo contrayéndose bajo mis suspiros,
volver a ver los lunares de tu cielo
no creo que quiera volver nunca a ti.

No creo que quiera volver a oír jamás tus respuestas vacías,
volver a oír tus canciones en forma de risa,
volver a oís tus sueños desparramándose en las madrugadas,
no creo que quiera volver nunca a ti.

No creo que quiera volver a sentirte bajo mi piel,
volver a sentir tu corazón en mi garganta,
volver a sentir mi respiración respondiendo a tus caricias,
no creo que quiera volver nunca a ti.

Me hiciste sonámbula,
preferí verte dormir a soñar.
Me convertiste en alguien que mendigaba,
por tu cariño,
por tus pupilas,
porque te clavaras en mi.
Me transformaste en una conquistadora,
que coleccionaba celos.


Amor, nunca volveré a ser otra persona de nuevo,
no creo que quiera volver nunca a ti.



viernes, 5 de diciembre de 2014

He mudado la piel, y ya no queda ni rastro de tus marcas.









Yo también me he comido una mirada  y la he masticado como se hace con el chocolate,
 me he quedado de inquilina en un ventrículo que me hacía de despertador,
 he colgado de unas cuerdas vocales que hacían música con solo vibrar
 he llegado a un esternón y decidido plantar mi bandera.
Yo también he acariciado un cabello de león indomable,
he besado unos parpados que encerraban pupilas maravillosas
he rozado unos dedos que al tocarme hacían magia,
me he vuelto habitual en una caja torácica que convertí en hogar.
Yo también he lamido unos labios embusteros y dulces,
he vomitado unas costillas carceleras 
me he roto todos los huesos para caber en un corazón
he susurrado a unos oídos que escondían mis secreto.
Yo también me he enamorado de una catástrofe y sabido como sobrevivir a ella.



martes, 18 de noviembre de 2014


Si alguna vez tengo una hija, espero poder agarrarle de las muñecas y decirle que yo no pasé hambre en ninguna guerra; pero me enamoré de ti. 
(Irene X)





Yo viví el amor como quien vive una guerra,
me devastó por dentro,
y por fuera dejó ruinas de los bombardeos de tú cuerpo sobre mi ciudad maldita.
Viví el amor como el gran incendio de mi vida,
llamas estranguladas cerniéndose sobre nosotros dos,
cenizas que al soplarlas acababan estancadas en cualquier rincón de mi inocencia.
Yo sentí con los ojos vendados, como alguien que intenta acertar a una piñata,
sin saber que lo caerá esta vez no son caramelos si no despojos de si mismo.
Cría en el amor como una puesta,
un todo o nada,
si no podía ganar entonces tampoco merecía perderte.
Luché por él en una batalla a muerte,
y lo peor es que al final resulté vencida y viva.
Me despojé de cada centímetro de mi piel en nombre de ese amor,
acabé con todo lo que me cubría,
y me presenté desnuda y despellejada para que me apaleara a su gusto.
Nací cambiante y me moldee para encajar en la visión que parecía compartir,
alcancé la perfección para complacer a un amor inhumano y sádico,
que me rechazó mucho antes de que tuviera opción de alcanzarlo.
Viví el amor como un imposible hecho a la medida de mis expectativas,
un sentimiento sobre el que yo escupía,
mientras en secreto me moría de sed.
Si alguna vez me preguntan como te viví, diré que yo nunca quise enamorarme, pero que la guerra me estalló en las manos y que tú metralla me caló hasta los huesos, agujereándome incluso el corazón.

miércoles, 12 de noviembre de 2014


¿Y QUE HACES SI NADIE QUIERE SER SALVADO?


Los ojos no ven aquello que mi corazón no deja de sangrar. El pecho me pesa casi tanto como el resto del cuerpo. Las manos no quieren tocar nada que no seas tú, que no sea otro, ya no desean volver a tocar nada. Mis pies se niegan a correr en dirección opuesta a tu sonrisa. Todo mi ser está tan impregnado de ti que no sabe como rehacerse si no es con tu ayuda. Dime como puedo volver a ser yo misma sin tenerte a ti como calco, sin poder construirme según tus deseos.
Me he vuelto tan pequeña que me da miedo que el amor de mi vida pase por delante de mi y no sea capaz de mirarme. Ni si quiera yo soy capaz de mirarme. Me siento tan responsable de mi misma que no comprendo como tan poca autoestima y tanta autodestrucción pueden caber en las siete costillas de mi pecho, en las paredes que me encierran en un cuerpo que no me pertenece, que nunca lo ha hecho. Este envase que me tortura como una corona de espinos. Me impongo mi propia redención. Me apaleo a mi misma sin parar. A veces prefiero echarte la culpa a ti de todos los demonios que me recorren el estómago, y decido hacerte dragón en todos mis castillos, el asesino de la pequeña parte de mi que aún mantenía la cordura. Pero no puedo mentirme a mi misma, aunque lo intente, así que termino admitiendo que tú solo fuiste desencadenante de lo inevitable, artificiero en unos fuegos que por poco te explotan en el corazón, menos mal que eres inifugo a toda clase de sentimientos.
Ya no puedo ponerte como excusa de mis lagrimas d cocodrilo, ni de mis quimeras con forma de sacos de huesos, no de nuevo, no como la última vez. Tú has dejado de ser tú para convertirte en un recuerdo vergonzoso de un fracaso inexorable, como el paso del tiempo sobre tu recuerdo. Yo sin embargo sigo viva y agonizado, mirándome sobre un reflejo al que no puedo devolver la sonrisa. Incapaz de asumir que mis ojos pertenecen a esa figura que se desdibuja delante de mi, nunca más sirena. 
Ojalá comprendas que el daño que me causo no tiene que ver con tu estela.

lunes, 5 de mayo de 2014

Te he dedicado tantos días especiales que cuando realmente quiero que las mariposas vuelen a tu alrededor ya no puedo abrirme en canal, mi corazón no resistiría un minuto más sobre tus manos. Me destruyes  mimetizándote con una máquina de demolición, rompes mis paredes y dejo de ser capaz de sostenerme sin tus hombros, destrozas mis ventanas y la felicidad de los amaneceres no se ve desde mi cuerpo. Has hecho de mi algo vacío consiguiendo transformar a la chica de los hoyuelos en una muñeca de trapo, enhorabuena. No puedo imaginarme queriéndote en otro día especial, esos en los que nos despertábamos en la misma cama, como un nudo humano. Cuando tus piernas se confundían con mi alma, y las rodillas de ambos nos llegaban hasta la garganta. Las mañanas en las que antes de abrir los ojos te sentí en el pelo, acariciando mi desastre. Esos días en los que levantarse parecía un imposible y nuestros corazones tiraban de nosotros, cuando lo único que necesitaba para sobrevivir todo el día era una ración de tus manos. Mis días favoritos no se volverán a repetir, esos en los que las agujetas de la risa no querían desaparecer de mis estomago, justo como tus mariposas, sé que no paro de nombrarlas, pero eran tan bonitas que cuando fueron muriendo una a una lloré más de lo que jamás he llorado por ti, lloré un río. Mis días en el mundo eran cuando por la noche decidías jugar después de una tarde entera pensándote, un juego en el que los dos ganábamos siempre. Mis días favoritos se convertían en un muchas noches de buenos besos o viceversa, en  poesía encerrada en nuestras bocas, un nuestros ojos, un tus manos y mi pecho. Ahora sé que los días especiales no van a  volver, como tú que tampoco volverás a ser tú de nuevo.
Supongo que después de que te fueras, hoy me toca decirme a mi misma: felicidades, los días especiales se acabaron, pero la felicidad volverá en algún momento (sin ti)