martes, 6 de diciembre de 2011


Él había sido durante un año la persona que le hacía suspirar, estirarse para desperezar los miedos de cada mañana, pintarse la raya de ojos los lunes, comprarse una falda corta e insinuante. Él había sido el olor de los atardeceres en la playa, las noches en camas llenas de arena y ganas, las legañas de los martes a las 5 de la tarde, el décimo escalón de un portal lleno de completos desconocidos. Él había sido las 4 paradas de un bus que nunca llegó a coger, había sido la manía de ella de oler siempre a ese maldito perfume, la piel erizada al bajar de el mismo avión de siempre.Él que por alguna razón había tenido la suerte de tenerla solo a ella, sin mentiras ni apariencias,.Ella auténtica, fascinante, magnífica.Durante un años solo él tubo el privilegio de agarrarla de la cintura, de robarle besos en la comisura de los labios, de mirarla a los ojos y notar como se derretía de encanto. Ella había sido la musa de tantos tugurios como noches en vela se había pasado esperando una llamada que nunca llegaba, esperándole, había tenido la esperanza de susurrarle alguna guarrada subida de todo al oído, de cogerle por sorpresa en un momento de seriedad y cordura que no solía tener.
Pero las cosas duran menos de lo que pensamos, a veces el jamás no es un para siempre enterrado entre líneas.A veces las cosas duran eso, un misero y desesperado año o incluso un poco menos.Él ,que la había despreciado, que había jugado de la manera más cruel, él que juraba no enamorarse nunca, no dejar que nada lo tocara. La misma persona que pensaba que el amor era cosa de imbéciles y que la manera en la que él la miraba no era más que una mezcla de testosterona y adrenalina, llegó un día en el que calló irremediablemente y tubo que dejar paso al corazón.
Pero para cuando quiso darse cuenta ya era tarde, ella estaba tan dañada y dolorida por sus desprecios que no notó el cambio imperceptible que se había producido en él , el botón que se había accionado, el amor que había surgido impulsado por los miles de besos que le había regalado cada amanecer.Para cuando él racionó ella ya estaba demasiado lejos y aquella chica que le había querido como una idiota, la misma que había echo miles de promesas frente a su casa, esa que contó cada una de las 321334 mariposas que revoloteaban en su estómago, que dijo su nombre esa tarde de octubre, ella se había largado, para no volver. Él que nunca quiso reconocerlo se dio cuenta de que por primera vez en su vida tenía el corazón roto.

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