martes, 3 de enero de 2012



Debería haber sido más dura hasta llegar a tu límite de aguante y después violar un poco más tus principios, ese juramento de cabrón que las ha tenido todas y jamás habría aprendido palabras de amor salvo caso de necesidad... Imagina que no me hubiera dejado el anillo bajo tu almohada la primera tarde que te provoqué un orgasmo de piedra azul y plata. Ojalá fuese una historia distinta, yo la cobarde y tú el frágil. Ojalá te hubiera obsesionado por las noches, con alarmas cada hora, todo oídos entre sueños por si volvías a conseguir provocarme arrugas en los ojos y frunces en las comisuras.


Si no te conociera, no habría temblado en aquel paso de cebra, no estaría enamorada de tus gestos, de tu manera de coger los cigarros como si llenarte los pulmones de veneno fuese arte, de tus coreografías y tarareos improvisados que hacen retumbar en ese maldito puerto de Santamaría mi catálogo completo de carcajadas. De tus mohínes, grescas, derrumbes y asaltos. De esa forma de arrullarme, de moldearme con dedos de alfarero expertode rasgarme la voz, de clavarte en mis costillas, de arrodillarte a mis pies y hacerme suplicar treguas de cinco minutos para volver a la carga, en la cama, contigo, preparando otra guerra... Lo único que se me ocurre decirte y todo me suena a cliché.

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