jueves, 6 de octubre de 2011

De repente, me acuerdo. Íbamos en tu coche de aquel momento, un Ford gris oscuro, oscurísimo. A veces parecía negro: decías que no lo lavabas porque ya llegaría la lluvia (ese año, hubo sequía). Empezó a sonar nuestra canción y, al instante, nuestras manos chocaron porque ambos, al mismo tiempo, quisimos subir el volumen:

-And it always seems you got something on your mind other than me- nunca te dije que adoraba tu voz. Si lo hubiera hecho, creo que hubieras dejado de cantar para mí. No cantarme: cantar para mí. Ojalá entiendas la diferencia.
-You turn it on, then you're gone- claramente, no canté. Nunca me dijiste nada de cómo cantaba, o qué te parecía mi voz, o mi risa… fueron cosas que faltaron, supongo.
-¿Yo irme? ¿A dónde?-no quitaste la vista de la carretera mientras aparcabas.

Habíamos ido a ese lugar que tanto nos encantaba: un saliente enorme y, debajo de nosotros, el mar chocaba con fuerza contra las rocas, lastimándolas, como si así pudieran culpar a alguien de tanto vaivén.
Cuando acabaste, salimos del coche, y nos sentamos en el capó, mirando al mar… bueno, estaba todo tan oscuro que podría estar mirando cualquier otra cosa.

-Te irás, Zoe. Eres como una de esas olas de ahí abajo, bueno, probablemente seas como todas esas olas de ahí abajo.

Me miraste. Y como siempre que me mirabas, se quedo el mundo en silencio. Puede que haya pasado mucho tiempo a tu lado, más que cualquier otra persona, pero nunca, créeme, nunca pude adivinarte, ni entenderte, ni seguir el hilo de tus pensamiento.
Sonreíste. No lo vi, pero sé que lo hiciste. Sueles sonreír cuando estás triste.

-Tú también vas a irte. Todos nos vamos

-¿Por qué tus palabras estaban llenas de tristeza, Zoe?
-Vamos, no me mires así, Ian. Dentro de 10 años, ¿piensas que te acordarás de mí, de nuestra canción, de nuestro lugar…?

Me hubiera gustado decirte que nunca te olvidaría. Pero también esto fue algo que nos faltó por decir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario