lunes, 13 de junio de 2011

Y ahora que te has marchado me invento los domingos...



Ella era París por las mañanas.Al borde del amanecer,cuando la línea del cielo empieza a clarear y flota en el aire ese olor a nuevo, a día recién estrenado.Era París aun cuando no quería, pese a su cuidado acento y a sus jerséis con importación de Armani.No le gustaba y solía no reconocerlo, pero era Parías más que ninguna.
Yo la conocí cuando aún nadie la había querido, entonces era fácil encariñarse de sus pecas y de las salpicaduras de aceite de su camisa recién planchada.Era sencillo arrimarse a ella y cogerla de los los pedazos de inocencia y dulzura que aún era capaz de destilar.Me enamoré de ella por que fui capaz de verme reflejado en sus pupilas semitransparentes.Vi en ella todo que que yo, antaño, había sido y ya no era.Junto a ella volví a ser un poco más París yo también.
yo la miraba entonces y recordaba aquella ciudad sombrías, su olor, su mezcla de voces y de risas,de todo aquello que había muerto allí mientras nosotros habíamos sobrevivido. La miraba al borde del abismo, con el pico aún clavado en su vena preferida, y pensaba tu eres París, tu eres todo lo bonito que vivimos allí una vez.Aunque no me saliera la voz ella lo sabía, lo intuía en mis ojos y sonreía un poco porque era dulce pensar que todavía alguien veía todo lo bueno que había tenido dentro.


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